sábado, 26 de abril de 2008

Imagen y Metaimagen

Por Pablo O.

Imagino que ningún consultor que se precie de tal, quiere estar fuera de la lista de los que le hubieran dicho a Néstor Kirchner que si había una foto que no podía ser el día que asumió Cristina, era esta que tomó AFP.

Máxime si la pretensión era mostrar -como se quiso hacer en la campaña electoral- que el nuevo gobierno de Cristina Fernández tenía su propia impronta y no era sólo una fachada para que él siguiera detentando el poder desde su rol de ex presidente y novel primer caballero.
No debe haber faltado tampoco, me imagino -porque nada de esto es inocente y los consultores lo sabemos-, el que le debe haber sugerido a Kirchner que ante las acusaciones del doble comando y de su futuro rol de "ex presidente en funciones" (hoy demostrado plenamente), no perdiera tiempo rebatiendo con argumentos, exposiciones públicas, discursos u operaciones mediáticas.
Bastaba una buena imagen y su correspondiente metaimagen, para que las cosas quedaran claras.
No hay dudas respecto a quien tiene el bastón de mando por el mango.
Las interpretaciones fálicas emergentes de la imagen y su metaimagen se las dejo a los lacanianos; pero para pensar les paso una reflexión de este señor francés (la que no necesariamente comparto, pero me parece interesante)...: "La mujer existe a partir del goce de la privación. Esa posición femenina que consiste en ser el objeto del fantasma del hombre".

miércoles, 9 de abril de 2008

Papá, en qué trabajas?

Por Pablo O.
En la película de Disney “The Kid – Mi Encuentro conmigo”, Bruce Willis interpreta a Russ Duritz, un prestigioso consultor en comunicación de imagen, solitario y misógino, que se encuentra con sí mismo, pero cuando tenía 10 años (Rusty) y debe explicarse a si mismo–entre otras cosas- en qué trabaja. Este es el diálogo con su versión infantil:

Rusty Duritz (Spencer Breslin) : Qué es lo que hago?
Russ Duritz ((Bruce Willis):Tú eres un consultor de imagen
Rusty: ¿Qué es eso?
Russ: Ehhhh...Esss....(silencio)
Rusty: ¿Qué es lo que hace un consultor?
Russ: Da Consulta
Rusty: Pero qué es lo que hago?
Russ: Tú no haces nada. Tú le dices a otra gente que es lo que tiene que hacer. Eso es lo divertido. Tú mandoneas a toda la gente....como esto:.....Cállate la boca!


Traigo este diálogo porque me divierte mucho

Me hace acordar mucho cuando mi hija de 6 años me pregunta en qué trabajo. Y me veo en las mismas dificultades que Willis para explicarle qué hacemos los consultores en comunicación corporativa y relaciones públicas.

Si bien tras la explicación ella queda con las mismas dudas que al principio y semanas después vuelve a la carga con la misma interrogante – obvio, tiene 6 años- el asunto sería una anécdota graciosa si no sucediera lo mismo a nivel de empresarios, gerentes y muchos otros quienes son –en la teoría- receptores de nuestra actividad.

A mediados de 1995 y de la mano del legendario precursor de las PR en la región, el maestro argentino Alberto Salem, comenzamos con nuestra pretensión de instalar el concepto de la comunicación corporativa en Uruguay.

Si bien las cosas de PR eran una verdad aceptada y no se discutía en el resto del mundo, los empresarios vernáculos nos miraban con asombro e incredulidad.

Yo ya hago publicidad y gasto XXXX pesos....”, me disparaba ufano uno de los líderes empresariales del momento.

Entonces, cada presentación se transformaba en una muy larga clase de comunicación, desde el básico del emisor y el receptor, hasta los conceptos de comunicación comercial y la no comercial, para arribar a lo que hacíamos nosotros..esto es....Comunicación y Relaciones Públicas.

Ah! es lo de las fiestas, lo que hace Etchegaray en Punta del Este”, remataban impunemente.

Todo esto viene a colación de una interesante discusión que se generó en una de las últimas ediciones de la Revista Imagen, respecto a qué nombre debería tener nuestra profesión y cómo hacer entender fielmente lo que hacemos.

Varios e importantes colegas de la vecina orilla coinciden – y coincido- en que el término de Relaciones Públicas viene bastante bastardeado por gente que se aplica al relacionamiento social en fiestas y lugares nocturnos. Y así se suman en una larga lista notorios “socialities” como el recientemente encarcelado Gaby Alvarez, que ostentaba su título del rey de las RRPP en Punta del Este.

Siempre habrá médicos y abogados truchos y por lo tanto consultores de PR truchos”, sostiene un colega en la nota, diciendo que la Comunicación y las Relaciones Públicas en todo el mundo (yo agrego: salvo en Uruguay, obvio) es una importante carrera universitaria con título de grado, como el Derecho y la Medicina y se está expuesto a quienes usurpan títulos y funciones.

Y es cierto. Comunicación Corporativa y Relaciones Públicas son carreras de grado, por lo menos hace más de 15 años en países como Brasil, Chile, Argentina, USA, México, etc. a modo de ejemplo.

Aquí no. Apenas cursos técnicos y alguna especialización menor, muchas veces dictadas por gente que poco tiene que ver con la profesión en sí, o que por lo menos que aplique directamente en el negocio a nivel local y con algún éxito o experiencia

Entonces ahí está parte de la génesis del problema a nivel local. No forma parte de las currículas universitarias y ahí viene la confusión y la ignorancia.

Apenas las escuelas de negocios y las carreras de Marketing o de Comunicación Publicitaria mencionan el tema, pero sin mucho calor, no sea cosa que los empresarios se den cuenta que existimos y ellos pierdan cuentas o de vender servicios “adicionales” de PR a los de publicidad.

Rescato al recientemente desaparecido Daniel Bosch, vaca sagrada de la publicidad, que en algunas reuniones de trasnoche en McCann a las que nos citaba - como era su costumbre- nos decía que la publicidad y la "comunicación periodística" - como el la definía- eran complementarias y necesarias en estos tiempos. Y era un convencido de eso. Sabio, el "Bosch".

Coincido con los colegas argentinos que el problema no reside en qué nombre poner; o si le dejamos el bastardeado Relaciones Públicas, le ponemos otro, lo llamamos Relaciones corporativas o lo que fuera.

El problema es que todos los consultores de PR sabemos que tenemos un déficit importante a la hora de explicar lo que hacemos, y además contamos con un auditorio bastante pobre e ignorante en el conocimiento de lo que son las distintas herramientas comunicacionales que se pueden poner al servicio de la empresa.

El manido “yo ya hago comunicación porque hago publicidad” sigue hoy tan vigente como en 1995. El error reiterado.

Quienes como en Pensum fuimos, en cierto modo, precursores del tema en Uruguay, tuvimos la suerte que el negocio prosperó de la mano de las empresas multinacionales, que ya venían con el concepto de la Comunicación Corporativa y las Relaciones Públicas incorporado y lo ponían bien lejos de un simple asunto de hacer eventos y amenizar fiestas.

También sabían que una simple "agencia de prensa" no alcanzaba para cubrir la necesidad que tiene hoy el management de contar con consultores en comunicación a su lado. Hoy las PR están integradas al management de cualquier empresa seria y juegan un rol muy activo.

En resumen, en Pensum siempre nos gustó mucho decir que hacemos Comunicación Estratégica, porque siempre supimos que no sólo éramos una agencia “prensera” ni de eventos, sino que podíamos sostener y articular la comunicación corporativa como algo integral y con profundidad.

Nos reconocemos 100% funcionales a los objetivos empresariales y a sus planes de marketing o negocios.

Pero en realidad, hoy ya tenemos menos prurito en decir que hacemos Relaciones Públicas.

Porque de última esa es la esencia de nuestro trabajo. Relacionamos a las empresas y su management con todos sus públicos objetivos: tomadores de decisión, formadores de opinión, clientes (potenciales, ex o actuales), inversores, medios de comunicación, opinión pública en general y también al público interno de las propias empresas.

Igual también hacemos alguna fiestita. Si no hay más remedio. Pero nos resistimos a vestirnos de blanco, con disfraces o turbantes o mostrar nuestros modelitos.

La comunicación es, al final del día, cosa seria para las empresas y también lo es para nosotros en Pensum.


Pablo O.

martes, 1 de abril de 2008

Borrini, separa las aguas....

Por Pablo O.
Muchas veces los fotógrafos de sociales o nuestros propios clientes no entienden la razón por la cual a quienes integramos Pensum no nos gusta salir en fotos de eventos de nuestros clientes, ni ocupar espacios en los medios que naturalmente ellos deben ocupar .
En el ámbito local escuche muchas quejas y expresiones de fastidio de empresarios sobre algunos consultores que usan los eventos de sus clientes para la autopromoción y empujan fotos propias en los medios en deterimento de la presencia mediática de sus clientes.
Nuestra actitud no es un capricho ni una pose. Es una conducta que creemos que debe regir nuestra actividad.
Revisando algunos artículos o blogs sobre nuestra actividad encontramos uno en Adlatina.com de Alberto Borrini, maestro en esto de la comunicación corporativa, que explica mejor que nadie el punto. (Las negritas van por nuestra cuenta).
El caso Gaby Alvarez y la imagen de las RRPP
Una regla de oro del relacionismo, no sé si escrita, es que los profesionales no deben competir en los medios masivos con los clientes que los contratan precisamente con ese propósito. La suya debe ser una tarea discreta, silenciosa e invisible.
Esto con respecto a la mediatización voluntaria; ni hablar de la involuntaria, casi siempre negativa, que responde a problemas de conducta o de iniciativas de terceros que escapan al control del involucrado.
El relacionista es un gestor de prensa o de imagen, formado en la universidad como un ingeniero o un abogado. Es una persona de confianza de la gerencia general, especialista en una materia, la comunicación, que cada día cobra más y más importancia en la gestión empresarial.
El relacionista ni siquiera tiene el desahogo mediático de los publicitarios, cuyos nombres o el de sus agencias se imprimen en el orillo de los anuncios. Por esta razón, es difícil que un relacionista alcance el grado de conocimiento popular de un Ramiro Agulla, un Fernando Vega Olmos, un Ernesto Savaglio o de cualquiera de sus colegas más destacados.
Ya habrán adivinado que el motivo de este preámbulo es el resonante suceso delictivo que costó varias vidas y que tuvo como protagonista a "Gaby" Alvarez y su asistente, Ariel Coelho, gestores de prensa especializados en eventos y campañas de personajes del espectáculo, de quienes no tenía referencia alguna hasta que sus nombres aparecieron en la portada de los periódicos.
Naturalmente, cualquier profesional puede cometer un delito; los diarios presentarían entonces al involucrado en su carácter de abogado, ingeniero, publicitario o periodista. Pero los involucrados en la comunicación cargan con la mochila de prejuicios centenarios; publicitarios y relacionistas, sobre todo, pasaron por períodos de mala reputación, que estos últimos consiguieron neutralizar a partir de que sus carreras se convirtieran en disciplinas universitarias, y se desarrollaran profesionalmente.
¿Cuánto pudo haber influído en la imagen de la profesión el caso del "relacionista público" -así lo llamaron invariablemente todos los medios- "Gaby" Alvarez? Es cierto que su radio de acción difiere como el día y la noche del que es propio de los relacionistas empresariales. Pero eso no lo sabe, ni tiene obligación de averiguarlo, el público neófito.
No se trata de una simple división de aguas; la obsesión por figurar de cualquier manera en los medios, propia de los integrantes de la farándula, no se parece en nada a la paciente gestión para lograr una buena reputación que distingue a las empresas.
La primera debe germinar en días o no sirve; la segunda, por el contrario, requiere un trabajo a mediano o largo plazo.
El consultor farandulesco se mimetiza con sus clientes y opera con otras normas, otro estilo, otros horarios y otras tentaciones; algunas de las más graves afloraron entre las causas de la imperdonable imprudencia de Alvarez y su asistente.
Tan distintas son las características de ambas especialidades que, así como el relacionista empresarial se mantiene discretamente entre las bambalinas, el otro busca la fama tanto o más que sus clientes, y hasta se interpone en las fotos para lograrlo. El interrogante sobre la incidencia de sucesos negativos de este tipo en la imagen de las relaciones públicas no es fácil de responder.
Sólo habría que considerar el caso como un alerta profesional, un estímulo para continuar y reforzar la iniciativa de algunos miembros del Círculo de Profesionales, tendiente a alcanzar una mayor transparencia y comprensión de la actividad por parte no sólo de sus clientes sino también del público en general.
Cuánto más haga una profesión por explicarse y hacerse entender, más estará a salvo del rebote de episodios de la gravedad del que nos ocupa