lunes, 16 de junio de 2008

Escuchar a Obama

Por Pablo O.


Me tomé un buen tiempo para escuchar y analizar los discursos de Barack Obama, candidato a la presidencia de los Estados Unidos de América por el Partido Demócrata.

Al margen de revelarse como un líder carismático y un joven orador que cautiva, Obama cuida con esmero algunos aspectos comunicacionales sobre los cuales denota buen asesoramiento y buen disciplinamiento, especialmente a la hora de escuchar y entender lo que sus expertos le indican.

En principio y algo que puede llamar la atención a políticos y empresarios locales, enamorados de si mismos y sus supuestas habilidades en la oratoria (que generalmente no tienen), es que sus intervenciones públicas, en general, no duran más de 30 minutos. Y vaya si Obama tendrá temas para abordar de la agenda de un país como el que pretende gobernar!.

Sumado a esto, todos sus discursos muestran un claro apego a algunas ideas fuerza o "talking points" de su campaña, que repite siempre en una dosis justa y sin excesos, pero que "gotea" en forma disciplinada en todas sus intervenciones.

Barack Obama cumple a rajatabla una máxima comunicacional: el exceso de argumentación diluye el contenido central de un mensaje.

Hay algunos datos estadísticos interesantes respecto a cómo se comportan los receptores de los mensajes.

Estos dicen que la gente recuerda el 10% de lo que lee, el 20% de lo que oye y el 50% de lo que ven y oyen.

Teniendo en cuenta esto, siempre hay que asegurarse que la calidad de la comunicación no se convierta en un problema, especialmente a la hora de elaborar mensajes y discursos.

Desde hace tiempo en Pensum vemos como un problema que gobernantes, altos empresarios, periodistas y hasta algunos colegas son incapaces de jerarquizar los temas a la hora de comunicar.

Entonces incurren en largos textos y discursos, argumentaciones complicadas, inclusión de todo tipo de mensajes de diferente signo y valor sin el menor criterio, mezclando percepciones y realidades.

Pero hagamos un alto un momento en esto.
En todo mensaje o discurso hay dos componentes, el de la realidad y el de la percepción.

Ambos se comportan de formas opuestas si imaginamos el mensaje en forma lineal.

La realidad opera con fuerza al principio y al final del mensaje, mientras que lo subjetivo tiene su pico en la mitad.

Si tomamos entonces en cuenta esto, a la hora de elaborar un mensaje o comunicar algo, deberíamos seguir la receta de: Realidad-Percepción-Realidad.

Aconsejo que hagan la prueba; vean y analicen un discurso de Obama bajo estos parámetros, como por ejemplo uno bien reciente, del pasado domingo, con motivo del Día del Padre. (http://www.youtube.com/watch?v=Hj1hCDjwG6Mr).

Lo Real-Lo Subjetivo-Lo Real. Es una buena manera de ordenar la oratoria.

Y esto casi automáticamente nos ayudará en la jerarquización de los temas.

En el primer año de su mandato, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez salió a la plaza pública a hacer un balance de su gestión.

El discurso insumió más de tres horas (reproducido en cadena en su totalidad) durante las cuales iba sacando carpeta tras carpeta y narraba lo actuado por sus ministros y leía datos en forma desordenada, mezclando lo relevante con lo irrelevante, como si comunicacionalmente todo fuera lo mismo.
Falta total de jerarquización de los temas.

En resumen, a las tres horas nadie recordaba mucho o casi nada de todo ese fárrago.
Algo similar ocurre en los Consejos de Ministros que desarrolla en localidades del interior del país.


Los resultados siempre son una comunicación fallida.

Luego vienen los quejidos y lamentos de los gobiernos porque comunicaron mal sus logros y porque que la gente no capta la esencia de sus mensajes.
O lo que consideran peor : los medios no recogen lo que ellos quisieron decir.

Desde 1985 hasta la fecha, no ha habido en Uruguay un gobierno que terminado su mandato no haya expresado su desazón porque “comunicaron mal”, o porque la gente “no pudo valorar o entender lo que hicimos”.

Si quieren ver la causa de sus problemas deberían verse al espejo.

Y luego deberían continuar con la erradicación de prácticas comunicacionales aberrantes y trabajar profesionalmente la comunicación. Pero muchas veces es imposible que muchos políticos o empresarios acepten un asesoramiento, ya sea por su propia soberbia o por una brutal ceguera e ignorancia en estos temas.

Pero volviendo a la falta de jerarquización en el discurso, el verdadero campeón es el presidente venezolano Hugo Chavez.

Su espacio Aló Presidente es el paradigma de la confusión comunicacional. En las no menos de tres o cuatro horas que duran sus intervenciones radiales-televisivas, hay de todo como en botica.

Datos políticos, económicos, históricos, sociales, humor, mal humor, chismes, amenazas, intensas dosis de populismo, algunas que otras falsedades y hasta canciones mal entonadas.

Es interesante hacer el ejercicio de escucharlo y luego ver lo que uno puede recordar. Si tomamos el dato de que sólo recordamos el 20% de lo que escuchamos, seguramente retendremos algunos aspectos triviales del discurso.

Lo que los medios –y por lo tanto los receptores de sus mensajes -recogen son algunos momentos de comedia de sus discursos, algún insulto a algún mandatario de otros país y el siempre infaltable exceso político o histriónico.

Pero no sólo Chávez falla en la jerarquización.

A diario leemos o escuchamos en los medios notas o entrevistas en las cuales muchos empresarios desaprovechan enormes oportunidades para comunicar sus logros, por no jerarquizar y creer que comunicar es simplemente decir.

Ernest Heminway dijo “cuando la gente habla, debes escuchar completamente. La mayoría de la gente nunca escucha”.

A este respecto nuestra recomendación en Pensum es : “Escuche atentamente y de manera activa: el mejor comunicador es quien mejor escucha”.

Yo les aconsejo que empiecen a ser buenos comunicadores y empiecen por escuchar cómo es que lo dice y lo hace Obama.

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